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Glaucoma: no se cura, pero se detiene

El glaucoma, es una enfermedad silenciosa y peligrosa, y es la segunda culpable de ceguera permanente en el mundo, después de la retinopatía. El glaucoma es el enemigo silencioso de la visión que no dice nada, ni produce síntomas pero se manifiesta de repente, generando daño a nivel de fibras del nervio óptico. La única forma de evitarlo es asistiendo al menos dos veces por año donde el especialista para que nos mida la presión del ojo, y de esta manera, saber que no lo sufre. La presión de un ojo siempre debe estar entre 10 y 20 milímetros de mercurio.

-El glaucoma se puede presentar por antecedentes familiares y es frecuente en miopes y diabéticos. Para evitarlo es bueno acudir a controles periódicos, sobre todo, a partir de los 40 años. El problema está cuando una persona descubre la pérdida de la visión por efecto del mismo. Esto demuestra que el glaucoma está avanzado y puede ser un riesgo muy grande

El glaucoma, incluso, puede aparecer en niños recién nacidos y si no se detecta a tiempo el niño puede llegar a perder la visión. Aunque ocurre en muy pocos casos, es un aspecto que no se puede descuidar.

-Un golpe también puede producir glaucoma.

Con el glaucoma se convive sin problema, manteniendo un tratamiento permanente, sin interrupción, con medicamentos tópicos (gotas) y vigilancia constante del especialista para mantener la presión del ojo dentro de los términos normales. En algunos casos se puede realizar cirugía para tratarlo con resultados muy buenos, pero esto no quiere decir que el problema haya quedado solucionado. A pesar de la cirugía y del éxito de la misma, se debe seguir en controles permanentes con el oftalmólogo.